Confusión.

Soy minúsculo y diminuto ante tu presencia encantadora, ante ese aroma que sólo yo he logrado percibir y me pierdo en ese vaivén de tus caderas al caminar. No sé qué me pasa, no sé qué me haces pero viajo del calor al frío extremo. Pasé de una sonrisa perturbadora que parecía interminable al abrumador llanto al verme de nuevo ya sin ti. 

Me hace falta el calor de tu respiración, extraño cada caricia que me rasgaba la piel y me alimentaba el alma y ya no estás. Extraño cada gesto y tu voz como el rocío de la mañana, pero no te extraño a ti. Me enceguece tu presencia, es como miedo, es como ira, es como amor del más puro.

Al final sólo agradezco que descubrí gracias a ti que el amor no es el temor a perderte sino a tenerte hasta llegar al punto de temer amarte. ¿Lo entiendes? Yo tampoco, pero espero que me entiendas porque me despido ya que sé que te amo demasiado y no puedo amarte más. 


Mario Andrés Toro Quintero.

Confesión desesperada.

Caminas por el mundo como si fuese tuyo y no hago más que observarte a lo lejos mientras todos pretenden caminar a tu lado, seguir tu ritmo, acostumbrarse a tu paso. Pensaba que era imposible y por cosas del momento también quise intentarlo.

Dejé el miedo, el orgullo y pensé en que no me dejaría derrotar por tu valía, tu osadía y tu belleza casi mítica. Tu mirada de Medusa y tus aires de Afrodita no hacían más que cautivarme, apasionarme y enamorarme poco a poco. No sé cómo, no la razón.

Caí despacio en ese leve gesto de sonrisa, entre esos lunares casi como universos recónditos acumulados en lo suave de tu piel, en esa nariz fina y ese brillo singular en tu mirada cuando me veías frente a frente, dejando de lado el temor a perder para poder corriendo y a pasos agigantados alcanzarte y así de una vez y por fin poder gritarte lo mucho que anhelaba recorrer contigo la galaxia hasta reposar juntos en el cinturón de Orión.

Finalmente logré saltar frente a ti, dando la espalda al tercer sol del camino de los cometas, quemándome y lleno de dolor sólo pude gritar que pelearía contra el Olimpo entero sólo por verte sonreír, porque aún en la distancia me dabas un poco más de vida si te veía día a día caminando entre mortales que jamás podrán tenerte y sin embargo siempre sueñan con conquistarte.




Mario Andrés Toro Quintero.