Nostalgias.

Tras mil recorridos de tu mano, tras mil historias de tu vida hoy reflexiono sobre ti. De tantas veces que robé un poco de comida de tu plato, que robé muchas sonrisas de tu boca hoy no puedo hacer más que resignarme a la fría sombra de tu ausencia.

Llevo tu mirada constante en mi mente, tu firma en mi piel y tu vacío en mi alma. No es justo el que que se quedaran tantos cuentos inconclusos, tantos viajes sin realizar, tantos periódicos sin leer y uno que otro dulce sin comer. ¿Qué pasó con la promesa de volver que no cumpliste? ¿Debo dar eso por perdido o tendré que ir a traerte yo para poder volver a sentirme completo y dichoso?

No, no perdono que te fueras sin avisar, que nos dejaras a la deriva en este huracán de emociones inestables y agresivas que me atacan cuando se les antoja hacerme recordar que ya no estás. Llevando a mi mente una imagen de tu habitación vacía, de tu cama sin su ruido, de tus sandalias sin tus pies, de una casa sin tu olor, de mi vida sin tu ejemplo.




Mario Andrés Toro Quintero.

Lunares y estrellas.

Te veo y sólo pienso en bailar en las mieles de tu cuerpo, en sentarme a preguntar: "Chica, ¿me cuentas tu día?" mientras te cuento uno a uno los lunares, las pecas y una que otra cicatriz. No sé qué has hecho, cómo, cuándo o dónde y sólo sé que deseo llevarte a un lugar que jamás has ni siquiera imaginado.

Volemos entre nubes de azúcar y una que otra de humo que nos intoxique hasta morir, que muramos tomados de las manos y que nuestras almas lleguen hasta la constelación más remota y nos perdamos entre estrellas, entre brillos eternos que resalten ese brillo de tus ojos, esa delicadeza de tu piel y esa sonrisa tan fría y sin embargo encantadora que me cautivó desde que la vi.

Hoy sólo sé que quiero conocerte hasta el final de los tiempos, danzando entre planetas, durmiendo noche a noche en una estrella diferente y llevarte de viaje en cada cometa que pase cerca y recorra lugares increíbles, tanto que el sólo verte deslumbrada por ellos logre hacer que me deslumbre por tu mirada sorprendida, tus pupilas dilatadas, tu sonrisa escondida, tu emoción irreversible y tus ganas de vivir mil aventuras junto a mí.





Mario Andrés Toro Quintero. 

Carta del adiós.

No sé cómo iniciar esta carta que no sé si es carta o una especie de excusa tonta y sin sentido. Sólo sé que ya no sé si es una despedida o un perdón algo tardío, algo vacío y totalmente inútil. Tengo claro, le comento, sólo quiero despedirme.

Me despido de mi pasado lleno de errores y decisiones absurdas tomadas por miedos irracionales, por luchas imposibles y batallas imposibles contra mí que jamás logré ganar. Esto es un adiós a mis demonios, a mis ángeles si alguna vez tuve al menos uno y a mi desesperado intento por ser un perdedor incansable, un luchador cansado, un mentiroso que por naturaleza no lleva la mentira en sus venas.

Penas tortuosas.

En este círculo sin fronteras, en esta vida sin botones o cremalleras, en esta sabana sin esquinas, límites o finales me encontré con mi conciencia, mi paciencia y mi vergüenza. Tres penas escondidas que jamás me dejaron dormir. Siempre las creí tan extraviadas, tan gastadas o acabadas que un día cualquiera y sin razón alguna paré de buscarlas y hoy me detengo bajo este sol abrumador y sin quererlo me dediqué a encontrarlas.

¿Por qué se habrán escapado siendo yo tan ingenuo y joven? No sé y tampoco estoy seguro de querer descubrirlo ahora, cuando todo estaba tan bien. Intento escapar y correr de cualquier manera, sin siquiera pensar y lo que pueda pasar, ahí me acuerdo que vivo en este círculo infernal, en esta esfera de un solo plano, en este mundo triste, pútrido y banal. Me encuentran ahora y sólo me quiero largar a gritar, a cantar, a llorar y tal vez a volar entre inmensas montañas que junto a mi miedo son pequeños granos de arena.