Musa color carmín

Hoy le escribo desde la lejanía, desde cada esquina, calle o banca donde la veo y a pesar de tenerle a un par de centímetros, no puedo romper esa barrera. Repudio mi falta de decisión y mi paciencia. Le temo a la reacción, a la ilusión, a la desilusión y al golpe. Le temo al riesgo y sin embargo, quiero tomarlo.

Mentiría si dijera que no me encantaría ver, besar y analizar esa comisura de sus labios. Esa comisura y esos labios color carmín que tanto me distraen cuando intento verla única y profundamente a los ojos.  Probar el rojo y sentir la explosión del color, la emoción del momento, la ansiedad de lo que vendrá. Son como un imán a la mirada, un espectáculo pirotécnico que solo genera encanto, expectativa y maravilla al que lo presencia.

Hoy le escribo desde el lado de la indiferencia, esa que tanto ahoga mis palabras un segundo antes de poder modularlas, gritarlas. Solo puedo esperar, solo puedo querer, solo puedo respirar, suspirar y pensar en todo lo que usted logra inspirar. Solo puedo soñar y darme cuenta que tal vez, quizá como algún día pase, ese día jamás logre llegar.

No tengo certeza de qué siento y solo sé que es algo indescriptible. Usted es una musa patinando en mis anillos y soy yo solo un Saturno que derrocha suspiros y se deja morir ante sus encantos naturales, ante su sonrisa endiablada, su mirada llena de hipnotismo y su voz que como el rocío de la mañana, como el primer rayo de sol, solo genera plenitud.