Poesía frustrada.

Este sábado con sabor a lunes y esta noche con el hedor fuerte de tu ausencia me perturban. No sabría qué hacer tampoco si llegases a entrar de manera sorpresiva por esta ventana, que solo me recuerda el encierro en el que vivo y que a tu lado mi libertad sería definitiva.

No sé si al verte todo fuese algarabía o simplemente te daría la espalda y me deprimiría, por saber que estás tan cerca y ya no puedo ni tocarte, por saber que estás lejana y aún así logro alcanzarte. Podría jugar con tus pestañas y susurrarte poesía, podría decir que te amo tanto, tanto como el primer día. 

Pero no te amo tanto porque el odio también crece, pues odio como tu mirada poco a poco desvanece mi existencia, mientras das vuelta en la esquina y le sonríes a cualquiera, estoy sentado en mi habitación sombría y muchas veces traicionera. 

Voy afuera y miro un rato el atardecer, después de todo sé que no vas a aparecer, pero igual duele la manera en la que te marchaste, ¿recuerdas los días en que jurabas quedarte? 

Revolotearía sobre tus pecas toda la tarde, patinaría en tus lunares y te llevaría hasta Marte. Quizá un día recorrer el universo, o contarte cómo borraba mis mejores versos. También podría pintar un submarino en tu sonrisa y navegar o volar sobre cornisas, en el aeroplano que dibuja tu voz en mis oídos. 

Pinta mi alma de tu color favorito y sus matices, así jamás volverán a mis ojos los días grises. Dibuja en mi espalda los trazos más abstractos y regala vida a mi vida, creatividad a cada pensamiento que brote de mi mente y hazme sentir que cada caricia es una quemadura plácida y fuerte.

Sé mi risco, quiero encallar en ti por la eternidad más infinita. Sé mi estandarte, mi espada, mi escudo y en la lucha eterna de mi vida el horizonte y así solamente podré añorarte. 

Pero no, solo estás y no, tan distante como siempre y yo tan impaciente por no perderte de nuevo. No podría imaginar futuro cruel e inoportuno sin tu compañía al despertar. Sin ver cómo tu mirada en la mañana logra la habitación de luz llenar y sin embargo con toda esa luz casi celestial, no me quiero levantar y así de tu lado no me tendría que apartar.

Sin embargo y aunque con el orgullo hecho pedazos y el alma destrozada por el sombrío recuerdo de tus palabras punzantes, al disparar un "adiós y buena vida" sin darme esperanza alguna de un "hasta luego"fortuito, me tendré que despedir para no pensar nunca más en ti. Porque, aunque te lleve en mi mente todo el tiempo, no te quiero pensar más con la pasión que invade este corazón frustrado, pisoteado y acabado por mi error. El gran error de dejarte partir. 





Mario Andrés Toro Quintero. 

Viaje a la memoria.

A todos los logros que no pudo ver le escribo, porque hoy la nostalgia me inunda el alma y cada pensamiento. No sabe lo que le pienso cada día y lo mucho que me duele no tenerle aquí con sus apuntes repentinos, sus risotadas centelleantes y sus pasos que ya arrastraban una sabiduría envidiable.

¿Que cometió errores? Claro que sí, pero los médicos también se mueren y nadie puede ser perfecto. Sin embargo, usted se asemejó a todo lo que quería ser. Un aventurero, un guerrero, un ser plagado de fortaleza e inteligencia y créame; qué envidia y qué dolor profundo no haber podido aprovechar más de usted, de todo lo que fue para mí. Sin embargo siempre, en la eternidad tenga claro que usted a pesar de ya no estar, es uno de los engranes que hoy tienen volando este sueño que vivo y por el que quiero crecer cada día más.

Realmente no sabe la falta que me hace una tertulia acompañada de una caliente tarde en Villavicencio, adornadas por un periódico, un par de pomarrosas y gente pasando en cantidades por esa acera que usted tanto cuidaba. A veces un Barrilete o un Supercoco,

También extraño esos llamados de auxilio al momento de llenar un crucigrama y esas humaredas en la mañana de un sábado cualquiera, porque ese era usted; el pirómano. Ese que se sentaba horas y horas a quemar hojas, ramas y una que otra basurita que hallaba en esa bermuda sucia y rota que usaba para esos momentos excelsos de llamas inmensas, humo asfixiante y felicidad infinita que encontraba en ese patio, ese espacio que cuando usted entraba se convertía en un mar de sorpresas.

¿Cómo podría olvidarme de esas noches en las que me pedía que le acompañara al día siguiente al banco y justo esa mañana me levantaba tarde y asustado mientras usted, sentado en su silla Rimax, me decía que no me había despertado porque "me veía muy dormido"? Tampoco podría no extrañar cuando sí me levantaba y le acompañaba y solo por eso me recompensaba con un desayuno que era algo así como tradicional entre nosotros. Ir a la Casa del Kumis y devorarnos con el mayor gusto una empanada de pollo y un Kumis de la Casa. Qué momentos tan preciados viví a su lado.

Ojalá estuviese aquí para poder leer esto que le escribo. Incluso sería todavía más grato poder leerle esto mientras usted se fuese dando cuenta de lo mucho que le amé, porque en gran parte, por usted es que soy lo que soy ahora.

Así que muchas gracias, en la eternidad lo tendré siempre en mis pensamientos.

Gracias, Don Ernesto.





Mario Andrés Toro Quintero.