No eres tú.

Hoy soñando con el rápido pasar del tiempo, me imagino qué será de mí sin tu cálido aliento, sin tus manos suaves y tus pequeñas orejas. Recuerdo muchas veces que fuimos como el mar y como el viento, aunque tú fuiste siempre una corriente mientras yo calmado y tranquilo yacía guardando las opacas playas de mi realidad.

Eras algo así como la gaviota que todos los náufragos quieren ver y seguir hasta alcanzarla para que pueda mostrarles la tierra y la estabilidad. Eras mi gaviota, mi brújula y tu mirada siempre se veía reflejada en mi sonrisa. Y aunque ya no soy poeta de los mil versos, el guerrero de mis batallas o el bastardo lleno de patrañas, siempre puedo recordar la refulgencia de tu presencia y escribir un poco más.

Aunque mis dedos sangren, aunque mi sentido me grita una vez más "¡NO!" simplemente no me detendré, no me cansaré de venerar el recuerdo de un presente infeliz que una vez viví como tranquilo y disfrutaba a tu lado y bajo la enorme sombra que me daban tus besos. Ahora todo cambia y el venerarte no es una opción racional ya que me dejaste solo en este planeta sombrío a buscar nuevas estrellas y regalarles el brillo del sol interno que llevas en tu interior.

Así que aquí me quedo, sentado esperando al otro lado de una infinidad de memorias tan valiosas como hirientes, y que a pesar de ser muchas nunca serán suficientes, nunca bastarán para llenar el vacío de tu intermitencia, de tu poca clemencia y de la ambición de no ser tú.



Mario Andrés Toro Quintero.

La traición de una musa.

Encantando del aroma de tu pelo me fui acercando al ocaso, y ese aroma a margaritas bañadas por eso rocío me hacían viajar al espacio, me hacían recorrer ríos de estrellas que ya estrelladas y hechas polvo se metían por mis entrañas reemplazando mis ilusiones que ahora no era más que polvo, polvo de estrellas desechas por el impacto inminente de una verdad dolorosa.

Y con el pasar de cada maldita milésima de segundo me confundo más al no entender cómo pasaron las cosas y cuál fue mi error garrafal para que a un muro sólido y colorido una bomba de tristeza lo lograra destrozar. No hay piedad ni consciencia en actitudes vacías que al final son solo hirientes y acaban con cuerpo y mente de los que se ven afectados. La marea despiadada de este mar de lágrimas que se tornan rojizas por la cascada de sangre que sale de tus palabras intentando a toda costa derribar mi triste barca que solo guarda recuerdos medianamente felices de lo que hoy me doy cuenta no fue más que fantasía.

Saco el recuerdo de tus besos falsos y los uno con esos abrazos duraderos, cálidos y al mismo tiempo helados para poder hacer remos que me lleven un poco más lejos de las palabras tormentosas que solo rompen mis velas y me desvían del camino que es seguir adelante, beber un poco de vino y olvidar toda tristeza que me pueda encontrar.

Me acuerdo hoy de cada roce de tus labios con los míos y realmente disfrutaba esa sensación de ternura y excitación que me invadía y hoy me quema, me duele, me mata un poco el alma y me azota la mente con ese látigo cínico de tus miradas duraderas, de atardeceres efímeros y amaneceres tan falsos como el esbozo de sonrisa tras cada palabra dicha en los últimos momentos de un tiempo que fue bueno pero no en el final. Hoy mi esencia no es más que un muro, pues la traición a la esperanza es peor que ver a la mismísima Medusa a los ojos, pues hoy ni siquiera los cantos de sirenas me seducen, ni le temo a ningún dios, no venero ningún santo. Hoy solo desecho recuerdos de lo que al final y tras mil esfuerzos no sirvió.

Extremos.

Yo podría ser mejor que nadie y sacar lo peor de mí, todo en el mismo segundo, todo en el mismo universo. Cantaría y escribiría cosas que hagan brotar arcoíris de tus ojos, o veneno de tus lágrimas. Caminaría al compás de un corazón latente, paciente y  cansado de esperar a cada segundo tus besos, que a veces son hiel del cielo, a veces mieles malditas, por complicado que suene.

Pero yo no me complico, pues no soy quien te retiene, te detiene o te sostiene cuando caes. Soy más bien el impulso traicionero que te tumba hacia el vacío, tenga agua, tenga suelo, tenga espacios infinitos donde el parar de caer no se vea como una opción. Si quieres desfallecer, no te preocupes, estoy acostumbrado a personas que se rinden con menos de una caída. No te quedes sorprendida si me voy, vuelvo y me voy en un segundo, porque sabes que no hay riesgo de que pase un segundo o más lejos de ti.

No me abandones ni te ates, no te sientas asfixiada por la llama de un sentimiento maníaco, depresivo solo un poco y otro tanto afrodisíaco. No sonrías si te regalo una rosa que ya está un poco marchita, mejor bótala y disfruta de lo amargo de mi boca en mis momentos sombríos. Si no quieres yo lo entiendo, el hielo no es buena opción y menos cuando se posa en los labios del ser amado. Hielo, frío, descarado, desdichado y sinvergüenza, ¿no te cansas de cansar a los que respiran cerca de este ser desesperado por un poco de calor? No hagas caso ya querida a las corrientes de viento, que acompañadas de muerte enfrían mi lecho y mi techo, reposan sobre mi pecho y en cualquier momento matan.


Y no muero solo yo, conmigo va la esperanza, la constancia y la traición. La traición de un ser que amó, aun faltando a sus principios, por dar la vida que perdió en nombre de su querida. Así muera en este instante, entre tres años o dos décadas, recuerda que en este mundo, solo mi alma quedó. Ella te acompañará, hasta el fin de los principios, el inicio de finales y recorridos eternos. Promete ya solamente, seguirme sonriendo siempre, con esos ojos oscuros, esos labios tentadores y tu amor abrumador. 



Mario Andrés Toro Quintero.