La sombra maldita.

Las tardes pasaban rápidamente mientras él buscaba salir de ese caos mental que ella dejó cuando se marchó, intentaba con todo: drogas, medicamentos, alcohol... pero la sombra de ella, desnuda, no se iba; lo abrazaba, besaba sus labios, cubría su corazón y hacía que se estremeciera de dolor y soledad. Danzaban juntos en un éxtasis doloroso, cerraba los ojos y la imaginaba ahí; sensual, misteriosa, y con esa sonrisa que lograba parar el tiempo... después los abría y se encontraba con su sombra.

Así enloqueció, se convirtió en el amante de aquella sombra, encontró un mundo imaginario lleno de incertidumbre, cada vez que salía a la realidad se moría de ganas por estar con la sombra, en aquella oscura habitación, ya no tenía fuerza para salir.

Murió feliz, danzó con su sombra: no era ella, no era su alma, era parte del recuerdo de él, era parte de él. Así que se tomaron de la mano y vivieron juntos eternamente en el pasado de aquella oscura habitación.

El pasar del tiempo.

Corrimos por las montañas y entre espesos bosques de mermelada mientras pasaba oscuro enero, lleno de misterios, lleno de comienzos y plagado de fantasmas de los finales recientes. En febrero duramos acostados cada uno de sus días, dejando que el amor nos corriera por las venas, que el odio se convirtiera en nada más que un recuerdo gracioso.

Por marzo y haciéndole honor a tu día, te vi, te percibí, te sentí y te conocí mujer entre el zigzagueante paseo de las luces del norte iluminando la habitación, iluminando tu mente, iluminando tu vida. Durante mayo nos dedicamos a viajar entre cada lunar y cada peca, yo pecaba y tú lo hacías entre sonrisas coquetas y confidentes miradas.

Junio y julio simplemente se hicieron canción, se hicieron pasión y nunca quise que acabaran. Los tiempos pueden ser algo maravilloso cuando a tu lado se canta la vida y se vive tu voz. Agosto fue de vientos huracanados en los que juntos dejamos volar los sueños en esa cometa rota que terminó volando más de lo que esperamos y resultó que nuestros sueños terminaron adornando un cielo que parecía opaco sin tu monumental brillo. Septiembre sólo lo podré resumir en vómito de caricias, época plagada de amoríos entre tú y mis demonios, entre mis demonios y tus aromas.

En octubre nos disfrazamos de realidad y simplemente viajamos a través de las ciudades, siendo aparentemente y frente a todos un par de mundanos más cuando en realidad sólo buscábamos salir de la monotonía. Noviembre fue el mes de esperar la navidad y nada más, ansiedades, emociones y demás.

Al final llegó diciembre, llegó cantando sus villancicos, con regalos y comilonas, ¿qué podría ser mejor? Nada, nada si estamos juntos. Nada cuando en la soledad tú me acompañas y yo te abrazo incluso en la noche más oscura. Ya casi terminando año y con delirio de Sabina sólo pude preguntar: ¿quién me ha robado el mes de abril?



Mario Andrés Toro Quintero.

El amor y otros vicios.

Me acerqué lentamente, besé su mejilla y le susurré cuánto lo amaba; él sonrío. Después de una fracción de momento pensé en lo maravillosa que me sentía con su compañía: tomar su mano, besar sus labios, recorrer su piel e infinidades de cosas que hacían que su presencia fuera deliciosa a mi ser.

Podría comparar su compañía con los miles de cigarrillos que he fumado en éstos años, tan necesarios. Así me siento con él, tan necesario, tan extrañable, con un síndrome de abstinencia que hace rogar que regrese. Pero él siempre regresa, con un beso, un abrazo y con esa sensación de que todo estará bien mientras nos mantengamos juntos, tomados de la mano.

Podría decir que el amor es un vicio necesario, podría decir que el amor es uno de los vicios más fuertes y que no existe rehabilitación. ¿Quién querría habilitarse sí se siente amado? No creo que alguien. Amar y sentirse amado, (cliché) da una felicidad infinita, de que nada importa y que todo es felicidad. Sí el amor lo combinamos con unos cuántos orgasmos deliciosos, ¡ni decir!, qué vicio, podríamos morir en el éxtasis del amor.

Por mi parte, aseguro: que por un beso de él, su sonrisa picara y sus manos sobre mis caderas, dejaría todos los cigarrillos del mundo... y eso ya es mucho decir.


Recorrido utópico.

Anoche te amé, te amé y no de una manera convencional. ¿Cómo? ¿Quieres te explique? Vale, pues te cuento que ha sido la única vez que he amado tan apasionadamente, con tanta energía. Recorrí cada poro de tu cuerpo y me bañaba en tus aromas. En esa mezcla de colonia, sudor y un poco de melancolía que brotaba de todo tu cuerpo. ¡Vaya perfección llevas contigo!

Patiné en tus enrojecidos labios y escale por tus pómulos hasta perderme en el infinito brillo de tu mirada. Esa mirada perdida y cautivadora que me conquistó el alma desde el primer encuentro. De repente llegue a ese poblado bosque de tus cejas, siempre desordenadas, siempre rebeldes como tu espíritu de guerra, como tu espíritu de desquiciada.

El encuentro.

Me canso de morir día a día persiguiendo la sombra de tu alma que ausente, inerte e indiferente a mi presencia sólo se aleja más y más. Pero tristemente es este me destino, es este mi camino y seguiré firme acá. No me rendiré ni te perderé de vista, ya que tu lejano aroma, tu exquisita hediondez plagada de traiciones es lo que en este desierto de cemento me mantiene vivo. ¿Qué puedo hacer yo? No sé, no sé.

Es que simplemente tú eres la respuesta a esa pregunta que a través de los años no logro descifrar, así como a tu mirada que tampoco logro capturar. ¿Para dónde vas? ¿Para dónde me llevas? Dime por favor, que correr tras tu vestido de estrellas y ese anillo de luna me confunde. ¿Acaso eres mi cielo o eres mi perdición? No sé, no sé.