Una pasión apagada, jamás olvidada. Una reseña sobre el libro Toda pasión apagada de Vita Sackville-West.

Sentimientos encontrados, viajes, experiencias, sueños, aventuras, recuerdos. Todo esto se encuentra en este libro. La base de todo es Lady Slane, desde ella parte e inicia todo, todo girando en torno a ella. Aunque por momentos las historias pasan a ser sobre sus allegados, sobre familiares y seres cercanos. Todo empieza con la anciana y cansada Lady Slane, con su infortunio e inmensa tristeza al saber que quien la había acompañado por tanto tiempo, con quien había conocido el mundo, Lord Slane, se había ido de su lado. Para siempre. Un ataque al corazón fue el causante de acabar con la vida del siempre exitoso hombre. A partir de ese momento se empiezan a desenmarañar una serie de historias, de anécdotas que van girando en torno a la viuda, a una vida de sueños y experiencias, de relaciones y nexos que se han hecho, desecho u olvidado. De reencuentros, de amores efímeros e ilusiones maltrechas. Pero también de metas jamás alcanzadas, de sueños tirados al olvido por asumir una responsabilidad totalmente diferente, asumir el papel de esposa. Pero a pesar de todo esto, de una juventud virtuosa y lejana, a pesar de vida de casada que ya no existe, sus recuerdos se conservan intactos, perfectos.


Lady Slane siempre se caracterizó por ser una mujer fuerte, decidida y segura a pesar de todos los cambios en su vida. Básicamente pasó por tres etapas en su vida. La primera etapa fue la de la felicidad, colores y sueños, cuando el espíritu libre volaba y recorría el mundo, porque la idea de un futuro como pintora, como artista, la llevaba a lo más alto, porque quería convertir en un lienzo su mundo. La segunda etapa fue esa que pasó durante la mayor parte de su vida, donde ya se encontraba casada, de una u otra manera atada a Lord Slane, hombre al que amó pero por el cual también dejó de lado sus sueños, Ahí fue cuando tuvo que tomar la complicada decisión de seguir con su sueño de pintora o empezar una nueva etapa de esposa, fiel y constante acompañante de Lord Slane. A pesar de que con Lord Slane vivía en un mundo lleno de lujos y riquezas, nunca dejó de lado su característica sencillez. La tercera y última etapa, esta se sitúa entre sus últimos años de matrimonio hasta quedar viuda. Es extraño porque en esta etapa suceden cambios drásticos. Todo empieza darse en la última etapa de su matrimonio, cuando poco a poco su energía se empieza a acabar y empieza a ser dependiente de sus hijos, de la mucama, pero especialmente de sus hijos. Ellos la llevaban, la acompañaban, la cuidaban. Luego del episodio de Lord Slane, de su fallecimiento, Lady Slane nota en sus hijos los aires de ambición, se percata del provecho que le quieren sacar a los cuidados que tendrían para con ella. Así que después de premeditarlo, sorprendió a todos con la noticia de que se iría a vivir sola, sin la ayuda de ninguno de sus hijos. Todos quedan sorprendidos con tan inesperada decisión, a pesar de tomarla a regañadientes, todos acceden sin poder hacer nada. La mujer recuerda que hace muchos años, a unas horas de la ciudad había visto una hermosa casa con la cual había

quedado encantada. Aquí se manejan no sentimientos de parte de la anciana, sino de los hijos que se sentían decepcionados, frustrados, sorprendidos por esta decisión de su madre, cosa que nadie veía venir. Después de la mudanza y de ultimar detalles, la viuda llega al que será su nuevo hogar. Estando allí empieza a recordar, añorar, pensar y reflexionar durante lo que ha ocurrido con su vida desde que se casó, desde que dejó a un lado esa joven visionaria y soñadora, desde que su sueño se viese truncado por el matrimonio. A pesar de que recordaba todo esto con melancolía, también sabía que su papel de esposa y madre lo había cumplido bien. También hay emotividad, como al momento de saber que se reencontró con alguien que había conocido en su época de virreina de la India. Mister FitzGeorge fue un viajero, un excéntrico y aventurero que en su paso por la India, al momento de conocer a Lord Slane, también tuvo el placer de toparse con su bella esposa.


Respecto a esto, me parece que la autora, Vita Sackville-West, tocó un tema muy importante usando un ejemplo no muy común en su final pero si en sus inicios. Las transiciones por las que puede llegar a pasar cualquier ser humano. Hace énfasis en que la persona es un conjunto de decisiones y situaciones, que ésta debe acoplarse, acomodarse y acostumbrarse y saber elegir sus decisiones y acciones dependiendo de lo que le sea más favorable. El hombre es básicamente un camaleón, que para sobrevivir debe acomodarse a su entorno, saberse camuflar hasta ya ser parte de este.



Mario Andrés Toro Quintero.

Ernesto, el Leónidas de la cotidianidad.



Para muchos la mejor recompensa al final de su vida, por encima de tener una familia es tener un gran capital. Para otros pueden ser decenas de propiedades o muchas empresas y un reconocimiento enorme, fama, éxitos, cosas banales que solo alimentan la superficialidad, este no es el caso de Ernesto Toro, el Leónidas de la cotidianidad, un gladiador desde su niñez, imbatible, incansable, imponente, irremplazable.
Todo empezó en Santa Rosa de Cabal, un pueblo risaraldense, pequeño, tradicional. Un lugar donde se dibujan esperanzas, se forja progreso. Allí nació él, con una crianza fuera de lo promedio, siempre rodeado de dinero pero despreciando la idea de ser un inútil que vive de padre y madre. ¿Qué habría sido de usted si todo hubiese sido como tanto lo odiaba? Un guerrero, así solían verlo todos. Desde pequeño vendiendo frutas, trabajando, sacrificando el tiempo de su niñez. ¿Era usted un orgulloso? Implacable, prefirió dejar la tal vez para usted idea de una niñez y sentir la satisfacción de ganar algo por su cuenta. Espíritu libre, mente firme y encapsulada en un mundo conservador a pesar de todas sus locuras.

De estudiante y trabajador incansable a monje devoto, practicante de la religión que tanto veneraba. Pudo ser un ángel o tal vez un pícaro demonio que lo llevó por el camino que al final le dio tanta satisfacción. Debe usted agradecerle a Rosabel, agradecerle por abrirle los ojos a un mundo en el cual con ella su felicidad era infinita, a quien amó hasta el último suspiro. ¿Podría usted repasar todo lo sucedido y pensar que llegaría a hacer tantas cosas? Es que usted no fue una persona común, fue un impulsivo, un apasionado, un artista que hacía de su vida un lienzo. Bombero en su pueblo natal, ahí vivió muchas cosas, a punto de perder un ojo y estuvo ahí hasta terminar su labor. Policía en Calarcá, Don Ernesto, usted sí que era bastante inquieto, pero allí no terminó todo. Años más tarde pasó a ser alcalde de La Virginia, en Risaralda.

Soñador, visionario, usted fue un “roble”. Con cada anécdota sus ojos brillaban, tenían un resplandor lleno de ternura y de nostalgia. El que escuchara cada viaje, cada aventura extraordinaria, por algo inexplicable se situaba en otro planeta, un planeta donde usted siempre era el héroe, el ejemplo, el ídolo. Es que sencillamente usted era de otro mundo, donde lo importante era crecer como persona, no hacer crecer el capital, donde los buenos sentimientos salían a flote y no se pudría la humanidad de cada ser.

Llegado a Villavicencio empezó a formar una familia, a la cual amó hasta el final. Mercedes, Mario, Óscar, Diego y Alfonso, sus amados hijos, desgraciadamente a dos tuvo que ver partir antes de tiempo y en momentos difíciles para usted. A pesar de su alma tan pura y de sus intenciones carentes de maldad el licor lo atrapó durante muchos años. Teniendo cientos de problemas y pleitos, reclamos y escándalos. La vez que por su estado de ebriedad dejó la puerta abierta y se robaron unos cuadernos de recuerdo de la juventud ¡qué suerte tiene usted de que nada grave suceda jamás! Aunque también dio muchas preocupaciones de regalo a la familia. ¿Recuerda usted el accidente que dejó su cabeza malherida? Eso ahora se recuerda, aunque con preocupación después de tantos años, también con algo de jocosidad. Es que ¿quién se hubiese podido enfadar con usted conociendo la dulzura que siempre escondía bajo un aparente manto de seriedad? Y es que después de tantos años de lucha, de ser un viajero, un aventurero, un luchador, después de la pérdida de Óscar, de Diego y de su querida, de su queridísima Rosabel, no le quedó más que refugiarse en un pequeño mundo de fantasía distinto al que usted le brindaba a los demás por sus historias. Su acompañante solía ser el viento que le rozaba la cara en sus caminatas en medio de la tarde, una escoba que bailó un vals triste y desafinado cada mañana, durante dieciocho años sobre la acera que se iba limpiando al compás del sonido de sus zapatos y las cerdas de la escoba que se iban gastando con su espíritu. El periódico fue su arma secreta ante la soledad, El Espectador, todos los días leyendo, inmiscuyéndose en el mundo noticioso, ese mundo de la actualidad sobre el que gustaba leer, pero ese mismo que tanto le aterraba afrontar. Afortunadamente Mario siempre estuvo con usted, todos se fueron, pero el apoyo de su hijo, ese que vivió durante cincuenta y cuatro años con usted, eso lo reconfortaba. Creo que eso era lo que más miedo le daba, separarse de él, por eso lloraba con cada discusión y moría por dentro cuando sabía que él estaba en peligro, porque en él, veía buena parte de su espíritu, su pequeño gladiador. Creo que fue esto, lo que en sus últimos momentos lo ató a él, pues eso era admirable de usted, que a pesar de ser un hombre pulcro, un hombre increíble, tenía esa humildad de admirar a otros, así como lo hacía con Mario. Pero esto también lo llevó a temer verle sufrir, por eso ante su último suspiro le pidió que descansara.

¿Qué clase de persona era usted? Usted sencillamente fue esa persona que rompió el esquema de que todos somos corruptibles, usted fue incorruptible, invulnerable, el intentar manipularlo era un hecho estúpido. Usted fue padre. Es que usted fue sabiduría y paciencia, serenidad, paz. Usted fue profesor y ejemplo. Dejó enseñanzas e historias que contar, anécdotas para reír, llorar o meditar. Usted fue el guerrero que usando como espada su grandiosa historia de vida dejó a todos una marca que no se borrará de la memoria de ninguno de los que tuvimos el placer de conocerlo.

Mario Andrés Toro Quintero

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Existe una línea conjunta entre aquello que consideramos vivir, por el hecho simple y llano de pertenecer al mundo, y la pasión que despierta el descubrirse vivo. No puede tener la certeza de que esté haciendo, de algún modo, lo que se debería hacer, cumpliendo su función.

Las emociones insoportables, supremas, fatales, de las que se salen del alma a retumbos insatisfechos y que le obligan a arrancar el mundo con manos apretadas, aún con amor, juventud y dinero en los bolsillos, se roban la paciencia. Tener la certeza de la inmensidad de todo aquello que se pierde por vivir de la seguridad.

De alguna manera, nosotros, los que estamos jodidos pero contentos, por ser precisamente de esos que no se cansan de seguir buscando, por negarnos a bautizar cada cosa, nos comeremos el mundo en altos y bajos, que seguramente dentro de su cómoda seguridad no serán más que utopías en el café de la mañana; leyendo algún periódico, hablando de cualquier trivialidad. Seguramente entre la televisión usted no encontrará los desgranes de un amor malsano y desesperado, que siempre son los que sacan lo mejor de sí.

Sin embargo, usted llegará a la vejez con bastantes arrugas menos. Yo, en tanto, como muchos otros tendré el bagaje en las ojeras adornando todos los recuerdos que no dejé ir y la sonrisa de aquel que sabe que al final, queda lo vivido.



Lina María Montoya Rayo.